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La Tomatina de Buñol: se celebró la lluvia de tomates que conquista al mundo

La fiesta de la Tomatina en Buñol

La fiesta de la Tomatina en Buñol, Valencia

Se acaba de celebrar la Tomatina, la gran fiesta de los tomates. Este miércoles, la localidad valenciana de Buñol volvió a teñirse de rojo con la celebración de la Tomatina, una de las fiestas más singulares de España y declarada de Interés Turístico Internacional. Durante una hora, alrededor de 22.000 personas se lanzaron más de 120.000 kilos de tomates en una batalla festiva que combina diversión, tradición e identidad local.

Origen e historia de una fiesta peculiar

La Tomatina tiene sus raíces en 1945, cuando un grupo de jóvenes buñolenses decidió improvisar una pelea con tomates durante un desfile festivo en la plaza del pueblo. Aunque aquella primera experiencia fue interrumpida por las autoridades, el entusiasmo popular hizo que la escena se repitiera año tras año. Con el tiempo, la Tomatina fue consolidándose hasta que en 1957, tras una prohibición temporal, los vecinos se manifestaron con un entierro simbólico del tomate, logrando su restitución.

En las décadas siguientes, la fiesta fue creciendo en fama y número de asistentes, hasta convertirse en un evento de alcance internacional. En 2002 fue declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional, reconocimiento que consagró a Buñol como destino turístico por excelencia en verano.

La edición 2025: cifras y entusiasmo

La edición de este año reunió a unos 22.000 participantes, cifra que responde a la limitación de aforo impuesta desde hace algunos años para garantizar la seguridad de la celebración. Durante exactamente una hora, los camiones descargaron 120.000 kilos de tomates procedentes de Extremadura, que terminaron convertidos en proyectiles blandos, risas y un espectáculo rojo que inundó las calles del municipio.

La Tomatina

La Tomatina comenzó, como manda la tradición, con el “palo jabón”: un poste engrasado en cuyo extremo se coloca un jamón. Aunque pocos logran alcanzarlo, su ascenso marca el inicio simbólico de la batalla. A partir de ahí, las calles del centro de Buñol se transforman en un auténtico campo de juego donde no hay vencedores ni vencidos, solo un mar de personas cubiertas de pulpa de tomate.

Una fiesta que atrae al mundo

Aunque se trata de una celebración local, la Tomatina tiene un alcance global. Este año, entre los 22.000 asistentes se registraron visitantes de más de 90 países, entre ellos Australia, India, Japón, Estados Unidos y gran parte de Europa. El atractivo internacional ha convertido a Buñol, un pueblo de apenas 9.000 habitantes, en el epicentro turístico de Valencia cada último miércoles de agosto.

Para participar, es necesario adquirir una entrada oficial, lo que además de controlar el número de asistentes, contribuye a financiar la logística del evento. Muchos turistas combinan la Tomatina con visitas a la ciudad de Valencia y a la costa mediterránea, lo que multiplica el impacto económico y cultural de la festividad.

Reglas y seguridad en medio del caos

Aunque la Tomatina pueda parecer un desorden absoluto, cuenta con reglas muy claras que garantizan el disfrute y la seguridad de todos. Entre ellas, aplastar los tomates antes de lanzarlos para evitar golpes, mantener cierta distancia con los camiones y detener la batalla cuando suena la señal final tras 60 minutos exactos.

El Ayuntamiento de Buñol y cientos de voluntarios trabajan en la organización y en la limpieza posterior, que se realiza de forma inmediata. En pocas horas, las calles recuperan la normalidad, gracias también a la acidez del tomate, que actúa como un limpiador natural del pavimento.

Más que una batalla, un símbolo cultural

La Tomatina no solo es un evento turístico y festivo: es también un símbolo de identidad para los habitantes de Buñol, que cada año ven cómo su pequeño municipio se convierte en escenario de una fiesta que trasciende fronteras. Para muchos, la batalla del tomate representa una catarsis colectiva, una manera de liberar tensiones y celebrar la vida con humor y camaradería.

Así, entre risas, manchas rojas y turistas fascinados, Buñol ha vuelto a demostrar que la Tomatina es mucho más que un juego: es una tradición que, desde un pequeño gesto espontáneo en 1945, ha conquistado al mundo entero.

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