Contenidos
Los científicos están haciendo muchos descubrimientos en la zona crepuscular del océano, que es el punto intermedio entre la luz y la sombra y se encuentra a cientos de metros de profundidad; pero no es una zona tan profunda como el oscuro fondo oceánico.
¿Qué sabemos de la zona crepuscular del océano?
Conocida formalmente como zona mesopelágica, la zona crepuscular del océano se encuentra a unos 200-1.000 metros bajo la superficie marina. Allí habitan una gran variedad de extrañas especies, como el calamar vampiro y el sifonóforo caracterizado por su luz cautivadora.
Animales de ojos pequeños y dientes grandes se adaptan mejor a la oscuridad; hay muchas especies transparentes y bioluminiscentes. La criatura dominante en la oscuridad, es la omnipresente boca erizada (pez de la familia Gonostomatidae), es más pequeño que un dedo meñique.
“Gracias a una reciente recopilación de datos, ahora los investigadores creen que la biomasa local es 100 veces mayor de lo que se creía”, dijo la investigadora Heidi Sosik, una de las científicas principales de la Institución Oceanográfica Woods Hole (WHOI).
Con cada respuesta, surgen más preguntas. “Lo que tenemos completamente claro, es lo mucho que nos falta por conocer“, afirmó la investigadora.
Las operaciones de pesca comercial representan una amenaza para este ecosistema, ya que las especies pequeñas pero abundantes podrían acabar en el aceite de pescado, utilizado en cosméticos y suplementos dietéticos, o en la harina de pescado, utilizada para alimentar muchas especies acuáticas, criadas para el consumo humano.
“Todavía hay gran cantidad de cosas muy básicas sobre la zona crepuscular que desconocemos, entre ellas la vida útil de muchas especies, así como los tiempos que les toma madurar y reproducirse. Sin conocer los ciclos de vida y reproducción, tampoco podemos saber cómo se pueden pescar las especies de forma sostenible”, explicó Sosik.
La zona crepuscular es un área difícil de estudiar e ignorada por la ciencia; pero la tecnología actual ayuda mucho en la exploración de esta misteriosa zona.
La zona ofrece dificultades a los investigadores
La zona crepuscular ha sido muy difícil de estudiar en el pasado, y más aun con la presencia del pez boca erizada, debido a que los equipos de sonar confundían densas formaciones de estos minúsculos peces con el fondo marino.
Actualmente los investigadores cuentan con las herramientas para estimar que una cantidad aproximada de un cuatrillón de ellos podrían vivir en los océanos; esto lo convierte en el vertebrado más abundante de la Tierra.
“Trabajar en la zona crepuscular representa un gran reto, ya que no queremos perturbar a las especies locales“, dijo la científica principal del WHOI, Dana Yoerger.
Las criaturas de esta zona son sensibles a la luz y el sonido (especialmente las más pequeñas); por esta razón monitorearlas implica que los dispositivos empleados tienen que ser silenciosos y sin vibraciones que alteren el agua; también es ideal utilizar luces rojas que la mayoría de los animales no pueden ver.
La investigadora Yoerger ha desarrollado un robot autónomo llamado “Mesobot” cullo objetivo será vigilar discretamente la fauna que se mueve a un ritmo lento pero constante. Mediante cámaras estereoscópicas puede estimar la posición relativa de un espécimen (de la misma manera que lo hace el cerebro humano).
El robot soporta las presiones más fuertes de la zona crepuscular y se mueve con el animal a una distancia fija; lo que permite a los investigadores observar cómo nada y caza su presa. También documenta delicadas estructuras corporales de especies pequeñas, que se destruirían si una muestra física quedara atrapada en una red, explicó la científica Yoerger.
Yoerger espera que Mesobot pueda seguir un objetivo durante 24 horas; ya que los primeros ensayos solo han durado 40 minutos. “Finalmente seria especialmente útil que Mesobot pudiera buscar por su propia cuenta, los animales más inusuales y observara su comportamiento durante lapsos de tiempo más prolongados“, dijo la investigadora.
Nota: Esta noticia fue identificada por la editora de “Call to Earth”, Kerstin Forsberg; una científica marina y Premio Rolex que ayudó a asegurar la protección nacional de las mantas gigantes en Perú.