Cumbre del G7 en Canadá: líderes frente a un mundo fracturado

Una cumbre en tiempos de alta tensión internacional

Cumbre del G7 en Canadá: los líderes de los países del Grupo de los Siete (G7) se reúnen desde este lunes 16 de junio de 2025 en las Montañas Rocosas de Canadá para celebrar una nueva cumbre que, lejos de los protocolos diplomáticos habituales, se ve atravesada por un clima global de inestabilidad creciente. Con conflictos armados activos en Europa del Este y Medio Oriente y nuevas tensiones comerciales entre potencias, esta cita anual adquiere un carácter especialmente crucial.

¿Qué es el G7 y por qué es relevante?

El Grupo de los Siete, conocido como G7, es una organización intergubernamental integrada por las siete economías más avanzadas del mundo: Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido. Fue formado en 1975, en plena crisis económica global, con el objetivo de coordinar políticas económicas entre las principales potencias industriales occidentales. Con el tiempo, su agenda se amplió para incluir temas políticos, de seguridad internacional, medio ambiente, salud y desarrollo. Aunque no tiene un carácter institucional ni decisiones vinculantes, el G7 funciona como un foro clave para el debate y la concertación de estrategias comunes frente a los grandes desafíos globales.

Escenario de fondo: guerras, sanciones y desconfianza

A diferencia de cumbres anteriores, el encuentro de 2025 está marcado por una sensación compartida de urgencia. La invasión de Ucrania por parte de Rusia sigue en curso, ahora en su cuarto año, con implicaciones no solo militares sino también energéticas, económicas y alimentarias para Europa y más allá. Por otro lado, la escalada del conflicto entre Israel e Irán, que se intensificó con los recientes ataques aéreos cruzados, amenaza con desestabilizar aún más una región ya frágil.

Estas guerras no solo generan catástrofes humanitarias sino también divisiones políticas. Mientras algunos países del G7 insisten en aumentar la presión a través de sanciones y envío de armamento, otros plantean la necesidad de un enfoque más diplomático y sostenible, conscientes del creciente cansancio en sus sociedades ante conflictos prolongados.

La guerra comercial no ha terminado

Aunque la atención mundial se centra en los conflictos bélicos, las tensiones económicas no han cedido. Estados Unidos, bajo una nueva administración republicana, ha retomado una política de aranceles más agresiva, particularmente hacia China, pero también con cuestionamientos al funcionamiento de la Organización Mundial del Comercio (OMC). La Unión Europea, por su parte, intenta mantener una posición intermedia, sin renunciar a sus propios intereses industriales y tecnológicos.

En este marco, la cumbre del G7 será clave para intentar coordinar políticas frente a la ralentización del comercio global, la inflación persistente en economías desarrolladas, y la necesidad de fortalecer cadenas de suministro críticas, como las de semiconductores y minerales estratégicos.

Medio ambiente y transición energética: una agenda desplazada

Uno de los temas que más protagonismo había ganado en las últimas cumbres del G7 (la lucha contra el cambio climático y la transición energética) corre el riesgo de quedar relegado en esta edición. A pesar de los compromisos adoptados en cumbres pasadas, como la de Reino Unido (2021), Hiroshima (2023) o Baviera (2022), la prioridad actual está en la seguridad y la economía.

Sin embargo, organizaciones ecologistas y algunos líderes, como el presidente francés Emmanuel Macron y el primer ministro canadiense Justin Trudeau, intentarán mantener el foco en la necesidad de acelerar la descarbonización, en particular frente a la presión de sectores conservadores que exigen reabrir plantas de carbón o extender licencias petroleras para enfrentar la crisis energética.

América Latina, África y el Sur Global: ausencias con consecuencias

Otro de los desafíos de esta cumbre es la desconexión creciente entre el G7 y el llamado Sur Global. Países como Brasil, India, Sudáfrica o México han criticado el enfoque occidental hacia las crisis globales, percibiéndolo como centrado en sus propios intereses. Aunque se prevé la participación de algunos invitados de estos países en sesiones especiales, no se espera que se adopten compromisos significativos en materia de deuda, acceso a vacunas o cooperación climática con las naciones más vulnerables.

Esta falta de representación real y la falta de acciones concretas podrían seguir debilitando la legitimidad del G7 como órgano relevante en la gobernanza global, dando paso a otras plataformas como el G20, los BRICS o foros multilaterales alternativos.

¿Unidad o fractura? El principal desafío de esta cumbre

El G7 fue concebido como un espacio de concertación de las democracias industrializadas para dar respuesta a los grandes desafíos globales. Sin embargo, la edición 2025 enfrenta el riesgo de profundizar las divisiones internas. Las diferencias en el enfoque hacia la guerra en Gaza, el papel de la OTAN, la regulación de la inteligencia artificial y el comercio global podrían agrietar aún más la cohesión del grupo.

En un mundo donde el multilateralismo está en crisis, esta cumbre será también un termómetro sobre la capacidad del G7 para actuar de forma coordinada, o bien confirmar su progresiva irrelevancia frente a la complejidad del nuevo orden internacional.

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