El Banco Mundial pronostica el 2024 como el tercer año consecutivo de desaceleración del crecimiento global

Los expertos estiman que el crecimiento global en 2024 se desacelere por tercer año consecutivo. En el informe Perspectivas económicas del Banco Mundial se señala que la mayoría de las economías, las desarrolladas y las que están en vías de desarrollo, crecerán mucho más lento en el periodo 2024 – 2025 que en los 10 años previos a la pandemia.

La economía mundial tiene que tomar otro rumbo

En estos momentos cuando apenas comienza el 2024, la perspectiva para el crecimiento global parece estar mejorando. Las principales economías están saliendo prácticamente sin daños graves del alza más acelerada de las tasas de interés en cuarenta años, sin los daños acostumbrados de las crisis financieras o las heridas dejadas por el alto desempleo.

Los países pocas veces han logrado dominar tasas de inflación altas sin tener que llegar a una recesión. No obstante, en la actualidad cada vez es más factible obtener un “aterrizaje suave”. Ya nadie se sorprende de que los mercados financieros transiten un estado de ánimo positivo.

Sin embargo, la cautela nunca está de más. El informe más reciente del Banco Mundial sobre este tema, Perspectivas económicas mundiales, señala que la mayoría de las economías (las desarrolladas y también las que están en vías de desarrollo) crecerán mucho más lento en 2024 y 2025 que en los 10 años previos a la pandemia por covid-19.

Los expertos estiman que el crecimiento global este 2024 se desacelerará por tercer año consecutivo, a 2,4 % primero antes de repuntar a los 2,7 % en el próximo año. Y se espera que la inversión per cápita en 2023 y 2024 promediará apenas un 3,7 %, solo la mitad del promedio de los 20 años previos.

Un lustro poco feliz para la economía mundial, se pronostica poco crecimiento global

Los primeros años de los 2020 están cobrando la forma de una era de oportunidades fallidas. El final de este 2024 marcará el punto intermedio de lo que se pensaba sería una década de transformación para el desarrollo económico, el tiempo en que se eliminaría la extrema pobreza en el mundo, se erradicarían las enfermedades transmisibles y se reducirían casi a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero en el planeta.

Pero al contrario, lo que se vislumbra en el horizonte, es un hito poco feliz, un periodo del desempeño más débil del crecimiento global de cualquier lustro desde la década de 1990, con ingresos per cápita promedio en un trimestre (en todas las economías en desarrollo) que van derecho a ser más bajos a finales de 2024, que en el periodo anterior a la pandemia por coronavirus.

Este débil crecimiento de la economía representa una amenaza que afectará a muchos imperativos globales y hará que a los páises en desarrollo les cueste más trabajo generar la inversión requerida para el abordaje del cambio climático, mejorar la educación y la salud de sus ciudadanos y lograr otras prioridades fundamentales.

El poco crecimiento global dejaría a las economías en desarrollo con más altos índices de pobreza, sumergidas en enormes deudas que las paralizarán. También prolongaría la miseria de cerca de una de cada 3 personas en las naciones en desarrollo que son víctimas de la inseguridad alimentaria. Además representaría un histórico fracaso, sería una década perdida no para unos pocos países únicamente, sino para todo el mundo.

¿Se está a tiempo de cambiar el rumbo de la economía global?

Los expertos aseguran que aún es posible cambiar el rumbo de la economía mundial. En su análisis señalan que el desempeño de la mayoría de las economías en desarrollo en la segunda mitad de la década de 2020 puede por lo menos no ser peor que en la década anterior a la pandemia por covid-19 si se logra hacer dos cosas.

En primer lugar, los países en desarrollo deben enfocar sus políticas en generar un auge de inversión muy beneficial, que pueda impulsar el crecimiento de la productividad, una reducción de la pobreza, mayores ganancias y alzas de los ingresos, además de muchas otras cosas positivas.

Y lo segundo que deben hacer las naciones en desarrollo, es evitar el tipo de políticas fiscales que muchas veces entorpecen el progreso de la economía y que sirven para generar inestabilidad.

Las pruebas de las economía más avanzadas y las economía en desarrollo desde la Segunda Guerra Mundial muestran que una combinación acertada de políticas es capaz de aumentar la inversión aun cuando la economía global no sea poderosa. Existen países en todo el planeta que han alcanzado casi doscientos auges de inversión extraordinarios, que son definidos como momentos en los que el crecimiento de inversión per cápita se aceleró a cuatro por ciento o más y se estabilizó en ese punto por más de 6 años.

La inversión tanto en el sector público como en el privado dio un salto durante estos episodios. El elemento secreto fue un paquete de políticas integral que logró consolidar las finanzas gubernamentales. Además de la expansión del comercio y los flujos financieros, del fortalecimiento de las instituciones fiscales y financieras, así como el mejoramiento del clima de inversión para las compañías privadas.

El crecimiento global experimentado en los años 2000 y 2010

Si cada economía en desarrollo en la actualidad pudiera lograr un auge de la inversión con las características de la proeza que se vivió en los año 2000 y 2010, hoy las economías en desarrollo se estarían acercando una tercera parte del camino a su potencial económico pleno.

Y si todas las economía en desarrollo pudieran repetir su mejor desempeño en 10 años al momento de mejorar la educación, la salud y la participación de la fuerza de trabajo, eso podría ayudar a cerrar gran parte de la brecha restante. El crecimiento potencial de los países en desarrollo en los años de la actual década se acercaría a lo que se vivió durante los años de la década de 2010.

Por otro lado, hay una alternativa adicional a la que podrían acudir los 2 tercios de las economías en desarrollo que dependen de las exportaciones de materias primas. A estos países les pudiera ir mejor si solo aplican el principio hipocrático a su política fiscal. Es decir, antes que nada no hacer daño. Está demostrado que las economías en desarrollo ya son proclives a debilitar los ciclos de auge y caída, debido a que los precios de las materias primas suben o bajan de repente, y sus políticas fiscales por lo general suelen agravar las cosas.

Por ejemplo, en el momento en que los precios de las materias primas sirven para el crecimiento de un punto porcentual, los gobiernos aumentan el gasto de manera de impulsar el crecimiento 0,2 puntos porcentuales extras. Normalmente en los buenos tiempos, la política fiscal suele sobrecalentar la economía. Y en los malos tiempos tiende a profundizar la crisis.

Un lastre crónico que impide el crecimiento económico de los países en desarrollo que exportan materias primas

Dicha pro-ciclicalidad es treinta por ciento más fuerte en los países en desarrollo que exportan materias primas que en otras naciones en desarrollo. La política fiscal también suele ser cuarenta por ciento más volátil en estas economías que en otras economía en desarrollo.

Al final se produce un lastre crónico para las perspectivas de crecimiento de esta clase de economía en desarrollo. Dicho lastre se puede reducir, si se crean marcos fiscales que busquen disciplinar el gasto del gobierno. Además de adoptar sistemas de tipo de cambio flexibles y si se levantan las restricciones a los movimientos internacionales de capital.

Si esta serie de medidas políticas fueran instituidas como un paquete, las naciones en desarrollo que exportan materias primas lograrían un incremento del crecimiento de sus PIB per cápita de un punto porcentual cada cuatro o cinco años.

Un lustro marcado por promesas incumplidas

Hasta los momentos, lo que va de la actual década se ha caracterizado por ser un periodo donde abundan las promesas incumplidas. Los países no han alcanzado los objetivos sin precedentes que llegaron a prometer cumplirlos para el año 2030. Anunciaron que acabarían con la pobreza y el hambre en todas partes del mundo. Además de combatir las desigualdades entre los países, y en ese sentido, prometieron garantizar la protección duradera de la Tierra y sus recursos naturales.

Sin embargo, para llegar al 2030 aún faltan más de un lustro, es tiempo suficiente para que los mercados emergentes y las economías en desarrollo comiencen a recuperar terreno perdido. Los países que actúen de forma inmediata para la implementación de las políticas pertinentes servirían de ejemplo a seguir y para que todos puedan celebrar.

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